Love your enemies and pray for your persecutors.

That is a tall order. And look at what it entails. Turning the other cheek. Giving away your cloak. And the most radical and counter-cultural of all: Loving your enemies and praying for your persecutors. It sounds so nice and reassuring. But do you know what that means? Do any of us?

Any of us will have a hard time dealing with it. It is easy imagining wonderful ways of getting revenge. It’s actually pleasurable to think that way. When you’re angry, it makes you happy. It puts a spring in your step. But that kind of thinking is ultimately self-destructive – and counter-Christian. And Jesus himself knows that.

In the final moments of his life, he showed us that perfection. He taught us what he meant. Surrounded by his enemies and his persecutors, he hung on the cross, stripped, bleeding, gasping, as they gambled for his clothes and waited for him to die. And in that moment, Jesus pleaded, and prayed: “Father, forgive them. They know not what they do.” Here is Christian perfection – our model for living, captured at the moment of death. Here is love beyond measure: a prayer for a broken and unknowing world.

To love those who hate us, and to pray for those who attack us. This is most challenging, most difficult, most confounding passage in all of the gospels, this just might be it. It is also the most fundamentally Christian – because it is the passage that calls on each of us to be the most like Christ. 

How do we begin? And it starts with something so simple, but so hard: forgiveness. It is a necessary first step. Writer Emmett Fox says: by not forgiving we “are tied to the thing we hate. The person perhaps in the whole world whom you most dislike is the very one to whom you are attaching yourself by a hook that is stronger than steel. Is this what you wish?” I think we all know the answer. We need to detach ourselves from that hook. Then, and only then, can we begin to heal, and to love, and to pray for those who have hurt us so deeply. Only in beginning that journey toward love, only then can we dare to approach the perfection Christ spoke of – a perfection we can never fully attain, but to which we all have to strive, day by day, prayer by prayer.

I wish you and your loved ones’ blessings of good health and new hope. Please continue to pray, and act, for peace.

MSGR. LOI



Amad a vuestros enemigos y rezad por vuestros perseguidores.

Eso es mucho pedir. Y mira lo que implica. Poner la otra mejilla. Dar tu capa. Y lo más radical y contracultural de todo: Amar a tus enemigos y rezar por tus perseguidores. Suena muy bonito y tranquilizador.  ¿Pero sabes lo que significa?  ¿Lo sabe cualquiera de nosotros?

A cualquiera de nosotros nos costará asumirlo. Es fácil imaginar formas maravillosas de vengarse.  De hecho es placentero pensar así.  Cuando estás enfadado, te hace feliz.  Te da energía. Pero ese tipo de pensamiento es, en última instancia, autodestructivo y anticristiano. Y el propio Jesús lo sabe.

En los últimos momentos de su vida, nos mostró esa perfección.  Nos enseñó lo que quería decir.  Rodeado de sus enemigos y perseguidores, colgó de la cruz, desnudo, sangrando, jadeando, mientras se jugaban su ropa y esperaban a que muriera. Y en ese momento, Jesús suplicó y oró: "Padre, perdónalos.  No saben lo que hacen". He aquí la perfección cristiana, nuestro modelo de vida, captada en el momento de la muerte.  He aquí el amor sin medida: una oración por un mundo roto y sin conocimiento.

Amar a los que nos odian y rezar por los que nos atacan. Este es el pasaje más desafiante, más difícil, más desconcertante de todos los evangelios. También es el más fundamentalmente cristiano, porque es el pasaje que más nos llama a parecernos a Cristo. 

¿Cómo empezamos? Y empieza con algo tan sencillo, pero tan difícil: el perdón.  Es un primer paso necesario. El escritor Emmett Fox dice: al no perdonar "estamos atados a lo que odiamos. La persona de todo el mundo que más te disgusta es precisamente aquella a la que te estás atando con un gancho más fuerte que el acero. ¿Es esto lo que deseas?" Creo que todos sabemos la respuesta.  Tenemos que desprendernos de ese gancho.  Entonces, y sólo entonces, podremos empezar a sanar, y a amar, y a rezar por aquellos que nos han herido tan profundamente. Sólo al comenzar ese viaje hacia el amor, sólo entonces podremos atrevernos a acercarnos a la perfección de la que habló Cristo -una perfección que nunca podremos alcanzar plenamente, pero por la que todos tenemos que esforzarnos, día a día, oración a oración.

Os deseo a vosotros y a vuestros seres queridos bendiciones de buena salud y nueva esperanza. Por favor, continúe rezando, y actuando, por la paz.